sábado, 26 de septiembre de 2009

Pasé la Página

Me enamoré de ti... Me enamoré de tus poemas, mis poemas. Tus palabras tan sólo son, mis anhelos más internos. Si tan solo pudieses revivir…
¿Qué me pasa por la cabeza al pensar en esas estupideces?, ¿cómo puede afectarme tanto ese cursi personaje de cuentos épicos? Es la soledad... sí la soledad. Me hace falta la compañía de alguien. La felicidad solo existe en mis papeles. Me asomo por la ventana. No hay nada para mí allá fuera.
A veces me pregunto qué hago en este pueblo o qué espero de él, si lo único que he hecho es postrarme en mi sofá con una taza de café, al igual que una mujer a la tercera edad, esperando a que vengas, toques mi puerta y me lleves contigo. Pero soy realista y sé que no existes... Nunca podrás recitarme poemas de amor al oído, nunca podré decirte cuanta falta me haces. Pero se acabó esta situación, no soporto más ser una fracasada, de no poder llevar a cabo mi sueño de ser una escritora. Pienso marcharme en la búsqueda de una experiencia diferente, sea buena o mala, pero que cambie el rumbo del cuento en el que vivo. Necesito voltear esta página.
Busco un buen vestido para salir a la calle. Aunque no lo encuentro, le doy poca importancia al hecho y sigo mis instintos. Sé que debo emprender un viaje, pero no a dónde. Voy a la estación de buses y pido el boleto más caro. Ahora sé que debo regresar a casa a empacar mis cosas. Una vez en allí, me doy cuenta que no hay nada interesante que llevarme, así que guardo lo esencial.
Me he detenido mucho en mi hogar, estoy retrasada. El autobús me deja. Corro y corro para llegar a tiempo. Al montarme, recuerdo que deje en la habitación alquilada mi único tesoro: la historia del príncipe y la doncella que una vez hice. Creo que todos dejamos una pedazo de nosotros mismo en el lugar del que partimos.
Veo el rostro de mis compañeros de viaje. Hay uno en particular que lleva un retrato en la mano, retrato que se parece a... ¿a mi? No, no puede ser... Me acerco al hombre para comprobar mis sospechas, pero éste lanza el cuadro por la ventana. Sin saberlo, me rompió otra ilusión. Pero ahora llora, así que sé que le dolió lo que hizo. Siento un impulso de sentarme a su lado.
Ya no hay vuelta atrás; abandoné mi vida por la nada. ¿Por qué no conformarme con lo que fui, soy y tal vez seré? Pero... ¿Para que vivir si nadie necesita de mi y nadie viene en mi auxilio?, ¿para que existir si no te tengo a ti?
Luís Miguel Corrales
21 de diciembre de 2004..

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