sábado, 26 de septiembre de 2009

A primera vista

Ya mi vida no es lo mismo. No desde que te atravesaste en mi mente. Te busqué sin saber quien eras. Deseaba tenerte sin tener sospechas de tu existencia. Sólo se que en cierta oportunidad, al llegar a mi hogar, vi sobre el mesón del estudio un lienzo, óleo y pinceles que alguien antes de morir me dio, y tracé las líneas bien definidas de tu cuerpo, de tu hermosura. Por alguna razón el destino te puso en mis manos, en mis pensamientos, así que no pude pasar por alto la presencia de tu imagen en mi vida.

Comencé a buscarte en mis horas libres. Caminé calle a calle, así como avenidas y callejones de este pueblo. Mi desesperación agudizó. Los retrasos a mi lugar de trabajo se notaron rápidamente. Perdí el cuidado en mi apariencia personal. Y es que la única misión que la vida me encomendó, era encontrarte. Pero lo que conseguí fue una carta de despido, infinitas deudas, que terminaron por dejarme en la calle, y una sensación de soledad excesivamente grande. De igual forma no perdí las esperanzas. Día a día iba perfeccionando tu rostro en el lienzo, aunque no sé por qué, y en el resto del tiempo seguía rastreando tus pasos.

Pasaron más rápidos los días. Ya no tenía ganas de vivir; mi mirada no reflejaba nada, mi cuerpo estaba tenso, fatigado. Te convertiste en una ilusión a punto de romper. Lo perdí todo y aún así no pude olvidarte, ni siquiera echándote la culpa de mis desgracias. Y es que ¿cómo podía achacarle la responsabilidad del caos de mi vida, a una mujer que surgió de mis pensamientos, de mi imaginación? Lloré amargamente, lloraba por todo y por nada.

Entonces, encendí un cigarro y tomándome un buen trago de aguardiente, tome la decisión que iba a cambiar el rumbo de mi vida. Ya no más arte, ya no más pintura. Resolví abandonar tu recuerdo, renunciar a tu imagen, renunciar a ti. En el cielo debía haber alguien que sabía por qué sucedían las cosas, así que concluí que tal vez sí existieses, pero yo para ti no.

Compro el boleto de ida, pero no el de regreso. Jamás volveré a pisar la tierra en la que un rayo de luz tocó mi existencia, dejándome divisar la tuya. Me monto en el autobús. ¡Que irónico!, aún llevo conmigo tu retrato. Vuelvo a recordar, entonces, que prometí a mi mismo deshacerme de tu recuerdo. Debo cumplir, así que, como dice el dicho: “Pa’ atrás ni pa’ coger impulso”. ¿Qué puedo hacer?... No me queda de otra... Tiro por la ventana del colectivo la esencia de mi alma... esencia que, creo no haber tenido por completo nunca...

Luís Miguel Corrales,

21 de diciembre de 2004.

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